Ya sé que no tiene mucho que ver con el pulido, pero los pulidores también tenemos vida, y os aseguro que tras un duro día de tirar de nuestra pesada maquinaria nos gusta disfrutar de los placeres de la vida. Os voy a hablar de mi lugar especial donde vivo, El Baena…
Recuerdo que las primeras veces que acudía a su casa me llamaba la atención, era un tipo singular… que me miraba fijamente mientras arqueaba las cejas esperando que le pidiese otra cerveza. JAJA… desde luego que su semblante serio nada tenía que ver con su personalidad como al tiempo fui descubriendo.
Afortunadamente tuve la suerte de ser su compañero y trabajar a sus órdenes durante un verano y descubrí a un gran tipo, que a veces parece no prestarte atención, pero obvia que se desvive por los demás, tras su “me da igual” o sus miradas serias fijas con arqueo de cejas, siempre hay un gran tipo que recuerda a la perfección qué cosas gustan o disgustan a cada cliente, incluso tiene varias gafas con distinta graduación para prestar a los clientes para que puedan leer el diario.
De hecho creo que su casa es como un centro cultural, donde todos y cada uno de los clientes, como si de una obra de teatro se tratase, tiene un papel y él nos lleva a la perfección, haciendonos sentir muy agusto allí sencillamente conversando con él… y todos deseando volver en nuestros ratos de ocio a sentirnos como en casa.
Don Joaquín, José el fotógrafo, Paco el maestro, José Ángel el carpintero, Paco el chófer, Pedro y todos los que a diario o en cuanto nuestras ocupaciones nos permiten pasamos a disfrutar de su casa.
Fijaos si es grande que ha creado un libro de recetas de cocina con los productos locales que tanta falta de promoción tienen. El aguacate, los pescados y todo lo que genera beneficio a su alrededor él se implica siempre. Recuerdo cuando vi en una publicación un letrero curioso, me puse y conseguí editarlo y el valiente se ofreció a ponerlo. Él fue el valiente que apostó y regalaba una cerveza o un refresco por cada vaso de colillas que se recogiese en la bahía.
En fin… José Luis es un gran tipo pero los que venís a disfrutar de sus platos quizás sencillamente solo veáis a un tipo serio, distante y pasota, cuando en realidad es el corazón y la máquina junto a Mari, su señora, que se desviven por hacernos felices cada día que abre sus puertas.
Porque no solo ofrece una excelente tapita con su bebida, todo un detalle, sino que su cocina está siempre repleta de lo mejor que sus proveedores pueden ofrecerle. Y él se arriesga para que nosotros, sus clientes, disfrutemos de lo mejor de la bahía.
Por eso y por muchas cosas más… a mí que me busquen en El Baena.